Durante siglos, el período que hoy abarcan los meses de enero y febrero era conocido ampliamente como la «estación muerta»; días de descanso y renovación que no merecían ser tenidos en cuenta. Solo con la introducción del nuevo calendario romano por parte del rey Numa Pompilio, en el siglo VI a. C., se dio por fin nombre a estos meses.
Enero fue bautizado en homenaje a Jano, el dios romano de los cambios y las mudanzas, de los principios y los finales, representado siempre con dos caras: una mirando hacia el pasado y la otra hacia el futuro. Es un mes de transformaciones; en la naturaleza se puede sentir que un nuevo ciclo está a punto de comenzar. Parece que falta una eternidad, pero de hecho pronto llegará la primavera y de nuevo todo el alboroto de las fiestas. “Las mañanas de niebla y las tardecitas de paseo”, el verdor entre los olivos, la ansiada lluvia que ha dejado ver los charcos entre los terrones del campo y hay pausa. Una pausa tranquila, porque el “tiempo” no se tiene pero ahora se admira y ahora se “planifica”, nuevos propósitos o renovación de intenciones. El tiempo, el mayor regalo que podemos hacer y que podemos recibir. Nadie sabe hasta cuándo podrá disfrutar de ese bien intangible. Dólares, euros, libras, bitcoins, oro, plata, mirra, no hay nada que pueda comprar el tiempo. Empieza de nuevo un ciclo, medido por la normalización, ha llegado el año 2023 d.C.
Antes y después el tiempo se ha medido, dividido de muchas formas; las horas, los días, las semanas, los meses, a lo largo de las épocas hombres y mujeres se vieron en la necesaria tarea de administrar su tiempo, no tanto por placer sino más bien por necesidad. Con la división cronológica del tiempo semántico se logró de manera eficaz, por primera vez en la historia, predecir las estaciones del año, los períodos en que el ganado diera su cría o la fecha de floración de los cultivos frutales. Permitiéndoles así a las gentes primitivas planear su vida de forma más organizada, en si la división del tiempo fue un factor determinante para el establecimiento de la sociedad urbana.
Y en esta sociedad urbanita pegada al mundo agrícola vivimos cada día, y por eso es importante leer, escribir, aprender de verdad, conocer la historia y mirar hacia adelante conociendo lo pasado. Tenemos que defender la cultura propia o ajena, el debate, las ideas y la sustancia de las cosas. Es curioso como depende de nuestros pensamientos para y como creemos que deben pasar las cosas que condicionan nuestro presente y futuro. Calidad de vida es tener conocimientos y capacidad de elección para aprender, como ejemplo os cuento lo que ocurre en Varsovia, allí todos los domingos de verano hay un concierto en honor a Chopin. Un vecino ilustre de aquella ciudad Europea que durante la ocupación nazi, vio como el 85% de la ciudad quedó reducida a escombros y 700.000 personas perdieron la vida. Han pasado años desde aquello y hoy como centro cultural y científico del país, Varsovia, es sede de 18 facultades, la Orquesta Filarmónica, el Gran Teatro de la Ópera y Ballet de estilo neoclásico (1900 asientos), teatros, bibliotecas, galerías de arte y museos. Varsovia es una gran anfitriona en eventos culturales de renombre internacional… mirar el pasado para avanzar hacia el futuro, hay un plan para que todo eso se pueda realizar y desarrollar, no es simple propaganda.
En este año que empieza hay que negarse a la resignación, las cosas siempre pueden mejorar y estamos obligados en así avanzar. En este año que empieza hay elecciones y la normalización de las propuestas extremistas todavía parece que no han calado en nuestra tranquila localidad. Aquí el panorama político es monocolor y no parece que haya otro proyecto a las puertas del comienzo de la campaña, a la ley electoral que tenemos no le gusta la variedad, los partidos mayoritarios tienen claro que para mantenerse en la cima no pueden permitir que cada voto cuente lo mismo y así es difícil que emerja el debate en igual de condiciones ni una campaña justa donde todos puedan salir como candidatos vencedores. En este año que empieza hay conmemoraciones de hijas ilustres como son Fernanda y Bernarda (esperamos con ganas la programación de actos a ver si nos acercamos a Varsovia que tan lejos nos queda a todos).
El paso de estos días de principio de año tienden a ser distintos a los del final del año anterior porque si no me equivoco mucho todo el mundo queriendo o sin querer se para una mijita y piensa de otra manera. Los retos que nos ponen delante del espejo en el mes de diciembre donde todo es brillo y espumillón ahora son propósitos y rutinas, pero ni antes éramos los más felices ni ahora somos los más tristes. Nos dejamos adular y manipular por los medios de comunicación y la poca capacidad de crítica hacia lo que nos rodea.
Escribió Pascal que “todas las desgracias del hombre se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado, en silencio y solo en una habitación”. Una tendencia actual es recibir clases y cursos de todo tipo y de los más demandados están los que enseñan al estar con uno mismo, la meditación sin hablar, los retiros silenciosos. Hay muchas modas que van y que vienen, pero al final la mayoría no vive por las modas sino que tiene claro que es lo importante. Con el tiempo recordaremos 2020, 2021 y 2022 como una trilogía con más emociones de las deseadas. En 2023 esperamos poder darle carpetazo a toda esa inquietud. Pero no esquivemos el enigma sobre el futuro, quien sabe si podemos aprender algo nuevo.
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