Tragedia magna
Dios reinó en el vacío
y confesó:
«No existo».
Consuelo del inane.
Alegría del débil.
Solución del ignaro.
«Yo soy el que no soy.
Ni estoy en todas partes
ni carezco de tiempo».
En el vacío reinó
y dejó dicho.
«Solo la nada es».
Escena
Lleno de nada está este vacío.
No sabe qué mirar, ni dónde cabe
su mano para asir lo que, inasible,
ignora si algo es o ha desertado.
Su mirada recorre esta caja vacía,
abraza su deseo de percibir acaso,
si percibir pudiera aquello que no existe.
¡Qué ceguera visible! ¿De qué sirven los ojos
apuntando al vacío transparente?
¿Se llenará el espacio por sorpresa
de actores y de objetos,
de ruidos, gritos, cánticos y luces?
¿Se apagarán los focos? ¿Invadirá la noche?
¿Se ilumina el vacío o es un oscuro
eternamente quieto?
Lleno de nada está este vacío
y se mira a sí mismo
sin ver nada.
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