El silencio y el respeto

por | Abr 16, 2023 | Editorial | 0 Comentarios

Qué sería de Utrera sin sus cosas, y alguien puede preguntarse cuáles son sus cosas. Porque Utrera tiene entidad propia más que ser el nombre de una localidad de la provincia de Sevilla. No nos paseamos por Utrera, salimos con ella, es la novia siempre de alguien, de algún joven que sale con ella solo por primera vez y se siente acompañado, porque Utrera tiene personalidad y presencia. Y tiene un olor en primavera para los que quieren oler y una luz cada día para los que quieren ver. Es el sentimiento de “estar” más que de “existir”, siempre está dispuesta, puedes ir con ella desde su norte a su sur y en cada rincón la reconoces. Esta esquina forma parte de mi amiga Utrera. Es amigable y no entiende de perjuicios, todos los que la conocen vuelven, y muchos, si se pasan una tarde entera con ella, se quedan.

Pero, ¡ay!, ¡ay! de los que no entienden sus cosas, cualquiera no sirve para tener una amistad con ella. Por tradiciones e Historia tiene mucho más que enseñar que una generación entera de cualquier familia de realengo utrerana. El orden y el desorden de ideas son constantes sobre la piel de Utrera. Calles cortadas con andamiajes y suciedad durante años, calles con comercios cerrados y casas en ruinas que viven con el corazón lleno de maleza, higueras y gatos, muchos gatos. Patrimonio histórico y religioso que deberían ser faro de pulcritud y buen estado con las luces apagadas (las que funcionan), a la hora que pasan las hermandades, y un impulso riguroso que permita crear un entorno propicio para la inversión privada en productos turísticos que sean sostenibles en el tiempo.

La idiosincrasia de lo que pasa con Utrera depende mucho del equilibrio entre lo que está consolidado y lo que se quiere cambiar (que siempre pensamos que es para mejorar y no hay otros intereses). Esta Semana Santa ha sido magnífica en todos los aspectos que Utrera puede reconocer como suyos, buen tiempo, buen ambiente, pocos altercados y unas hermandades volcadas en hacer su estación de penitencia con las mejores galas, los mejores músicos, la máxima cantidad de costaleros, y llevar la procesión por dentro y hacia afuera con la mayor parsimonia posible. Quiero detenerme en una situación que no acabo de entender bien desde hace un tiempo. Utrera demuestra cada año (uno detrás de otro) que tiene calles, rincones y plazas que se llenan de público para disfrutar de la esencia y el recogimiento y disfrute por donde las hermandades tienen su recorrido. De nuevo este año hay dos espacios engalanados y oficiales por el que las hermandades tienen el gusto o el disgusto de pasar. Viendo la emisión de las televisiones locales, se puede comprobar ahora mismo por sus grabaciones cómo durante el paso de varias cofradías tanto por la carrera oficial de la Plaza del Altozano como por la puerta del Ayuntamiento, no hay público cubriendo las 1000 localidades de la Plaza del Altozano ni las 300 de la Plaza de Gibaxa.

La plaza del Altozano era en Semana Santa el corazón de público que se hinchaba o deshinchaba en distintos momentos, ahora está coartado por un espacio que se privatiza para el disfrute de las personas que allí se sientan. Mi pregunta es sencilla si las hermandades que hacen su recorrido dependiendo de la ubicación de la carrera oficial y que además eso impide otras estampas más sobradamente demostradas estéticas y funcionalmente hablando, para qué necesitamos dos lugares “oficiales” por el que hay que pasar de forma obligada. Algo se me está escapando, pero a mi sentido común no le encaja esta situación.

La Semana Santa se puede vivir de muchas maneras y las hay más clásicas porque se ha hecho igual muchas veces y se mantiene en el tiempo, u otras más nuevas que se van probando y ya se ve si cuajan; siempre pienso que hay un círculo virtuoso y etéreo en volver a vivir otra Semana Santa y lo es porque ya estamos esperando la siguiente y seguimos con la esperanza de volver a vivirla un año más, nadie quiere perdérselo. Para mí todo es extraordinario tanto lo que me gusta como lo que no, me parece todo bien porque pienso que sale de personas que ponen su mejor intención para hacer las cosas de la mejor manera que ellos entienden que lo son. Veo revolucionario un nazareno que hace la estación de penitencia desde la fila humilde de la oración y sin mostrar quien es, hace una “ofrenda” pública de su fe que puede servir a otros de referencia. No se reconoce quien lleva el capirote, pero si hay silencio y se da el respeto suficiente a esta “ofrenda” todo esto tiene sentido. Ante el silencio hay respeto. Y ante la alegría y la bulla, pues alegría…

Es extraño que todo lo que vemos es el exterior de las cosas, pero casi todo lo que ocurre importante sucede en el interior.

La belleza estética no vale nada si no va acompañada de un ensimismamiento interior de ella, el rezo público o la llamada del capataz no sirve de nada si los costaleros que van debajo del paso no se conjuran para hacer lo suyo, el nazareno no cuenta lo que va pensando, pero lo que vemos expresa que está teniendo su tiempo de recogimiento, así podemos enumerar muchos ejemplos, pero para mí después de vivir otra Semana Santa en este círculo virtuoso que es la vida, lo importante no es todo lo que se ve del exterior, lo importante es lo que no se ve y que aquí le da algo de sentido a las cosas de nuestra amiga Utrera.

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