Los rocieros utreranos regresaban a la ciudad el pasado 1 de julio con las alforjas cargadas de buenos momentos. Pasaban las nueve de la noche cuando los cohetes anunciaban la cercanía de las carretas y el olor a romero no dejaba dudas de lo que estaba sucediendo. Los rocieros volvían a Utrera tras diez días de camino de ensueño. El Hermano Mayor, Joaquín Marrufo, explicaba en su entrada que “ha sido un camino soñado. Ha acompañado mucho la temperatura, ha reinado el buen ambiente, no ha habido ningún incidente y volvemos cargados de satisfacción después de encontrarnos con Ella”.
Fue el 23 de mayo cuando más de trescientos peregrinos partieron al encuentro de la Blanca Paloma. Liderados por el Simpecado verde, que identifica a esta tierra, se disponían a seguir los pasos de su carreta. Esta les llevaría por caminos y veredas, brindando grandes momentos como la convivencia en el cortijo de Bujalmoro, el paso de la barca en Coria, el rosario de cada noche a la luz de las velas, los cantes, Villamanrique, los amigos y el Vado del Quema. La presentación ante la Virgen, la misa pontifical, el rosario de hermandades y de nuevo Ella. Dejando muestras de su devoción en cada uno de estos momentos, los rocieros utreranos emprendieron el regreso.
Y una vez en Utrera, siguieron mostrando su fe a lo largo del recorrido que los llevaría de regreso a su templo. Al son del tamborilero, se adentraron en la Fuente Vieja, llegaron a San Francisco e hicieron la parada más tarde en “Casa Juanito”, donde cada año los espera un buen número de utreranos llamados por los cantes y la entrañable presentación de los niños a la Virgen. Cayó la noche, pero no cesaron los cantes, porque aún quedaban fuerzas. Visitaron la capilla del Carmen y San Bartolomé y, llenos de alegría llegaron a su sede canónica, la parroquia de San José. Solo les resta iniciar la cuenta atrás para un nuevo Pentecostés.





0 comentarios