La Asociación utrerana de Amigos del Pueblo Saharaui trabaja desde hace décadas por ofrecer una alternativa a los niños refugiados que viven en el desierto del Sahara, en un campamento que nació con carácter provisional y se ha perpetuado como única opción de vida. En este 2024 solo tres pequeños han llegado a nuestra ciudad, debido al descenso notable de familias de acogida que se registra desde la pandemia. La estampa que nos han dejado dista mucho de aquellos tiempos en los que Utrera se llenaba de pequeños, convirtiéndose en un ejemplo de solidaridad internacional para toda la provincia. Sin embargo, las necesidades de los niños son las mismas, la sonrisa con la que llegan no ha cambiado, como tampoco lo ha hecho el amor con el que los reciben las familias de Utrera.
Algo que tampoco ha cambiado es la tradicional recepción que el alcalde les brinda en el Ayuntamiento de Utrera. Francisco Jiménez, acompañado por la delegada de Servicios Sociales, Alba Padilla, recibieron a los tres niños saharauis que nos visitan este verano y a sus “madres utreranas”. Yasin, un chico, y su mamá Silvia, y dos chicas, Alía y Ahisa, con sus respectivas madres de acogida, Laura y María del Carmen. Los tres pequeños, que tienen 10 años de edad, llegaron a Utrera el 2 de julio y permanecerán en la ciudad hasta finales de agosto. Tanto el alcalde como la delegada compartieron con ellos un rato de visita y charla, interesándose por la situación actual y por los motivos del descenso tan importante en la llegada de niños en esta ciudad, que ha llegado a albergar a grupos de más de 50. En este sentido, Mari Ángeles Caro, la presidenta de la Asociación de Amigos del Sahara de Utrera señaló que había que tener en cuenta varios factores: “la pandemia significó un antes y un después y nada volvió a ser como antes porque fue un parón grande”. También asegura que esto no está ocurriendo solo en Utrera, sino en todas las poblaciones y “la crisis, antes y después de la pandemia ha tenido mucho que ver, porque son más los hogares en los que los dos cónyuges trabajan y cuando se les plantea la posibilidad de traer niños la respuesta es que tienen a los propios al cuidado de los abuelos, porque tienen que trabajar, y así es todo muy complicado”. De todos modos, la asociación sigue trabajando a lo largo de todo el año y confían en que poco a poco vuelvan a poder llegar más niños porque, “en los campos de refugiados siguen existiendo muchos niños, como siempre ha habido”.
Utrera fue siempre un pueblo importante en la acogida de estos niños. “Son muchas las familias que continúan manteniendo el contacto con sus niños, gracias a Internet; ellos vinieron cuando eran pequeños y hoy son hombres y mujeres que siguen en contacto con sus familias utreranas”. Cabe aclarar que estos pequeños no vienen a la espera de una adopción, pues tienen sus familias y sus vidas con ellas, sino que llegan en régimen de acogida.
El objetivo de este programa no es otro que apartarlos durante dos meses de verano de la dura realidad que los rodea, de los rigores del desierto, ya que una gran mayoría del Pueblo Saharaui se encuentra en los campos de refugiados de Tinduf, Argelia. Los niños aprovechan este tiempo para recibir algunas revisiones médicas, aunque no se trata de niños enfermos; estar con otros niños, viajar a la playa y disfrutar del baño en piscinas, porque el agua es una de las cosas que más les fascina al ser un bien tan escaso en el lugar del que provienen. Que puedan divisar otra realidad les otorga la valiosa esperanza de un futuro mejor, el mayor de los regalos. Las familias que estén interesadas deben saber que el coste del viaje, los trámites y restantes gastos corren a cargo de la asociación. Solo necesitan disponerse a dar y, sobre todo, a recibir mucho amor.
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